lunes, 6 de julio de 2020

ALONDRA

Sentada en el alfeizar de su ventana, Alondra miraba a través de los cristales pero no tenía su vista fijada en nada en especial. Su visión se perdía sobre aquel vasto terreno, que se extendía hacia el horizonte y se perdía en él.
Escondió sus pies descalzos bajo su vestido de seda y apoyó su cabeza en el cristal. Su mente se alejó de aquel lugar y regresó tiempo atrás cuando era libre, cuando vivía con los suyos recorriendo los caminos, de pueblo en pueblo, viajando por tortuosos caminos, en destartalados carromatos de madera, para llevar un poco de alegría y diversión a las gentes de los pueblos por donde pasaban.
Alondra era gitana y como tal, llevaba la libertad en la sangre, corría por sus venas y era su razón de vivir. Ahora vivía de modo diferente por voluntad propia, pero echaba de menos viajar de pueblo en pueblo y dormir bajo las estrellas, ya que ese era el precio que tenía que pagar por haber hecho caso a sus sentimientos y seguir a su corazón cuando este salió detrás de un joven caballero del que se enamoró perdidamente.
Alondra lo dejó todo por él.Dejó su familia, su modo de vida y su libertad, siendo esto último lo que más echaba de menos.
Desde el marco de la puerta de aquella habitación ,un hombre joven la miraba atento. Tuvo que rendirse a la evidencia. Todas aquellas atenciones y regalos y, sobre todo su amor no era suficiente, Alondra se marchitaba, se ahogaba entre esas cuatro paredes pues necesitaba la libertad para vivir, para respirar.
Se acercó a la joven gitana y le acarició el rostro con su mano. Ella le devolvió la caricia, pero sin dejar de mirar a través de los cristales de su ventana, él sabía cual era la solución debía dejarla ir y con un gran dolor que le atenazaba el corazón, propuso a Alondra que volviera con los suyos.
Le dijo que la amaba muchísimo, que la amaría siempre y que su marcha le partiría el corazón, pero que un espíritu libre como el suyo no podía vivir encerrado y salió de la habitación.
Alondra sorprendida se levantó y paseó su mirada por la lujosa habitación que le había pertenecido durante meses, pero que ella nunca había sentido como parte de su mundo. Se deshizo de su elegante vestido de seda y volvió a vestirse con sus ropas burdas y coloridas. Se soltó el cabello y lo sujetó con su pañuelo de monedas, se colocó todos sus abalorios menos el collas de cuentas de su madre. Dejó este sobre la mesa, junto a una pequeña nota que decía: "Mi corazón tuyo siempre"y se marchó.
Alondra se sintió revivir cuando sus pies descalzos tocaron la hierba de nuevo . Atravesó corriendo el terreno verde que rodeaba la casa y que tantas veces había contemplado detrás de los cristales de su ventana y salió a campo abierto hacia la libertad.


Mari Carmen Fernández González  6 - 7 - 2020


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