martes, 22 de noviembre de 2016

EL VIAJERO

El tiempo corría en mi contra. A toda velocidad me dirigía a la estación y, sorteando a la gran cantidad de público que  la inunda a esa hora, me dirijo al andén con rapidez. El tren se halla en la estación a punto de salir y en el ultimo momento, consigo subirme a él.
Agitada por la experiencia, me siento en el primer asiento que veo libre, miro hacia la ventanilla y me fijo por primera vez en el pasajero que ocupa el asiento contiguo al mio. Era un hombre de mediana edad y tanto su cabello entrecano como sus ropas algo desgastadas pero elegantes, indicaban que era un caballero pero que tanto él como sus ropas habían vivido mejores momentos.
Aparté mi mirada de él sin darle mayor importancia , encendí mi móvil y abrí el correo pero poco después lo apagué, no me podía concentrar, había algo en mi compañero de viaje que llamaba mi atención y volví a mirarlo.
Al mirarle a los ojos me dí cuenta de algo. Los ojos oscuros de aquel hombre parecían, cansados, su mirada parecía la de un hombre que había vivido mucho y sus ojos, surcados por innumerables arrugas indicaba que no todo en su vida había sido agradable, mas bien lo contrario.
El hombre me miró y la profundidad de sus ojos me dejó marcada. Sin decir nada volvió a mirar por la ventana como si mi presencia no le importarse, y yo volví a mi móvil aunque seguía pensando en por qué ese hombre llamaba tanto mi atención.
Llegué a mi destino, guardé mi móvil en mi bolso y sin despedirme, me apeé del tren. Cundo estaba en él andén, no pude resistir la tentación me volví y miré hacia la ventana donde estaba sentado ese hombre. El estaba mirando por ella pero lo hacía hacia un punto lejano en el infinito. Lo miré pero él pareció no tener conciencia de que yo estaba alli, mirándole fijamente. El tren se puso en marcha de nuevo y el hombre seguía mirando por la venta con aquella expresión distante y perdida. Mientras el tren salía de la estación no pude moverme, no dejaba de pensar en quien era ese hombre, cual sería su historia y que le provocaba ese halo de tristeza que emanaba de él, que problemas había tenido en su vida o si alguno de sus actos le estaba pasando factura, o estaba bloqueado por el miedo, la pena o la desesperación.
Me quedé mirando como el tren se marchaba de la estación mientras aquél hombre seguía su camino.

Mari Carmen Fernández   22 - 11 - 2016