viernes, 17 de julio de 2015

LA CASA DE PINILLOS EN CÁDIZ

Situada entre la Plaza de Mina y la calle Antonio López, se construyó hacía el último cuarto del siglo XVII o comienzos del XVIII, en la trasera del Convento franciscano de Nuestra Señora de los Remedios. Su fachada principal se abre a la Plaza de Mina donde también se ubica el Museo de Cádiz.
Las características estructurales de esta casa son muy parecidas a las de las otras casas pertenecientes a la burguesía gaditana de la época, que se componían de cuatro plantas divididas en tres cuerpos y torre mirador. Las dependencias se distribuían en torno a un patio en cuyo fondo se situaba una escalera de dos tramos que conducía al piso principal y al entresuelo, donde se situaban la oficinas. A los pisos superiores, donde estaba la zona de servicio, se accedía por una escalera secundaria.
El aspecto actual de la casa se debe al resultado de sucesivas intervenciones. La primera se refiere a la estructura general del edificio, los dos primeros cuerpos de la torre mirador, la escalera y los frentes porticados del patio. Hacia el segundo tercio del Siglo XVIII se realizan reformas en el patio, torre mirador y planta de servicio. A mediados del XIX se levanta uno de los frentes del patio, según el gusto clacisista de la época y se reforma la fachada principal, eliminando elementos barrocos conservados en parte en las fachadas laterales, dando estas obras al conjunto el aspecto actual. En el siglo XX se acometieron algunas reformas que afectaron  principalmente a la torre.
Actualmente este edificio, donación de Doña Carmen Martinez de Pinillos, se corresponde con la nueva sede adscrita al Museo de Cádiz, siendo rehabilitada por el Ministerio de Cultura.




domingo, 12 de julio de 2015

EL MISTERIO DEL CUADRO


Aquella noche estaba intranquilo, no podía conciliar el sueño y no hacía más que dar vueltas en la cama intentando dormir sin éxito. Decidió levantarse y dar un paseo y así ,sus pasos le llevaron a la causa de sus desvelos, la colección de arte que, a partir de esa mañana, se expondría en el museo de la ciudad donde trabajaba y de la que él era el principal responsable. Se dirigió al centro de control donde un grupo de vigilantes realizaba su trabajo y volvió a comprobar con ellos las mil y una cosas que podrían fallar. Tras esto, volvió a recorrer por enésima vez las salas de la exposición deseando que todo saliese bien y no ocurriera ningún percance. Más tranquilo, decidió volver a su casa a descansar, ya que el día siguiente sería duro pues se inauguraba la exposición.
Al salir se encontró con una joven que llamó su atención. Su aspecto era extraño, como si no se encontrara cómoda en aquel lugar o estuviese perdida. Se acercó a ella y le preguntó que hacía allí a esa hora y si acaso se había perdido. Ella le miró y le contestó – Estoy buscando mi hogar pero ya no está aquí-. Desconcertado y sin comprender a que se refería, le comento que en ese lugar no había ninguna casa solo el museo y que, seguramente estaba confundida y que si le decía su dirección, él intentaría ayudarla.
La joven lo miró de forma extraña y sin decir palabra volvió la espalada y se alejó a través de la plaza en dirección opuesta. Él decidió no darle importancia al asunto y se retiró a descansar.
A la mañana siguiente, el museo abrió sus puertas. Todo se desarrollaba con total normalidad y la exposición parecía que iba a ser un éxito. El joven conservador se paseaba por las salas del museo atento a cualquier problema, cuando de pronto la vio. Era la misma chica que había visto la noche anterior. Estaba sentada en un banco que había en una de las salas y miraba fijamente un cuadro que mostraba al detalle, el salón de una mansión; su mobiliario, cuadros y otros objetos varios.
Al cabo de un rato, la joven se levantó y se fue. Así ocurrió durante cada uno de los días que duró la exposición. La joven todos los días se sentaba a mirar el mismo cuadro durante horas.
Movido por la curiosidad, el último día de la exposición, el conservador se acercó a la joven y le preguntó por qué venía todos los días y por qué se fijaba siempre en el mismo cuadro. Ella le contestó de nuevo, sin apartar la vista de aquella obra –Estoy buscando mi hogar pero ya no está-  Volvió los ojos hacia el joven y este vio algo en ellos que le extrañó mucho. Era algo irreal y oscuro, que parecía alejar a la joven de todo lo que la rodeaba. Al final del día, la joven se marchó y el museo cerró sus puertas. Todo había acabado por fin. La exposición había sido un éxito y todo se había desarrollado con normalidad, ya todo había terminado.
Tranquilo y relajado, el conservador se paseaba por las salas, ya sin público, donde horas antes, curiosos y aficionados al arte habían podido disfrutar de aquella exposición y entonces, recordó a la extraña joven que, todos los días, se sentaba a mirar el mismo cuadro durante horas. Movido por la curiosidad se acercó a ver si podía descubrir que era lo que había en aquel cuadro que tanto impresionaba a la joven.
Al principio no vio nada especial pero, al mirarlo más detenidamente, se dio cuenta que uno de los cuadros representados en aquella pintura, era el retrato de una mujer y que esa mujer era la misma que había visto sentada en aquel mismo lugar durante días. Impresionado por su hallazgo, sus ojos volaron hacia la nota informativa que había junto al cuadro y en ella pudo leer algo que hizo que un escalofrío recorriera su espalda pues en ella, se decía que ese cuadro representaba como era uno de los salones de la mansión donde hoy se encontraba el museo, dos siglos atrás. En ese momento, las palabras de la joven cobraron sentido.


Mari Carmen Fernández González 8 - 7 - 2015 





miércoles, 1 de julio de 2015

NOCTURNO


La noche azul refleja en mi ventana
El manto estrellado con el que envuelve
Un mar tranquilo que se marcha y vuelve
Envuelto en luz y sal cada mañana.

La luna llena, profunda y azul
Teje sobre el mar un velo sutil
Que arranca del  profundo  abismo añil,
Destellos de plata de una fría luz.

 Como ojos luminosos y expectantes
Aparecen en el oscuro cielo
Las estrellas en la noche vigilantes.
Bebiendo de la noche sus anhelos
Protegen con amor y sin recelo
La pasión que sienten los amantes.

Mari Carmen Fernández González 1 - 7 - 2015