lunes, 29 de junio de 2020

LA MANO INVISIBLE

El vigilante paseaba tranquilamente a través de cada una de las salas que constituían el museo. Su misión era la de vigilar que todo estuviera en orden, que se respetase la distancia que separaba cada una de las obras de arte que allí se exponían, del público que cada día pasaba para contemplarlas.
Al pasar por una de las salas, vio a una joven sentada en uno de los bancos situados en el centro de dichas salas , que miraba fijamente uno de los cuadros que allí se exponían.
No hubiera llamado su atención a no ser porque esa chica iba al museo a diario  y no era la primera vez que la veía.
Todos los días se sentaba en la misma sala y miraba el mismo cuadro durante horas. La miró fijamente y pensó - Por qué vendrá todos los días y por qué mirará ese cuadro tan fijamente durante horas.- Sin darle mayor importanci,a apartó la vista de la joven que parecía no darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor y siguió su ronda sin volver a pensar en ella.
Rayaba el alba y ya Sabina llevaba horas en el estudio de su padre. A escondidas practicaba la actividad que le apasionaba y que no le permitían realizar por ser mujer, pintar. Furtivamente y al amparo de la noche, cogía los pinceles y las pinturas que utilizaba  su padre durante el día, mezclaba los colores y se ponía a trabajar, iluminada solo por la luz de las velas.
Estaba muy orgullosa de su último trabajo, un retrato de su madre que había realizado, basándose en los recuerdos que tenía de ella, pues esta había muerto años atrás.
Oyó ruido fuera del taller,  recogió todos los enseres a toda prisa y tapó con una tela su obra casi terminada pues, aunque su padre conocía su pequeña aventura, nadie más conocía su secreto, ni siquiera los discípulos y ayudantes de su padre, y ya podía oír como estos se acercaban al taller para reanudar su tarea diaria.
Pasaron los días y por fin la obra de Sabina quedó terminada. Era un retrato magnífico. En él se reflejaba la imagen de su madre tal y como la recordaba y de forma tan parecida, que su padre no pudo evitar emocionarse cuando vio la perfección y la maestría con la que su hija había realizado el retrato de su esposa.
Colocó el retrato de su hija en la entrada de su taller. Era un retrato sin firma, de una factura tan perfecta y delicada que todo el mundo que lo veía pensaba que lo había sido realizado por el maestro, en recuerdo de su esposa, a la que echaba tanto de menos, de ahí la perfección con la que el cuadro expresaba el alma de su esposa, tanto que parecía trascender fuera de él.
Pasaron los años y la salud del maestro se fue resintiendo hasta tal punto, que casi no podía ya mantener el taller y mucho menos tener discípulos. Su visión se había resentido tanto que ya casi le era imposible realizar su trabajo. Ya no podía aceptar casi ningún tipo de encargo y por lo tanto, su situación económica se fue resintiendo hasta llegar a una situación insostenible.
- Sabina hija, no podemos seguir así te necesito. Necesito que seas mis ojos. Necesito que tu arte sea el mío.- Y a partir de entonces, el taller del viejo pintor volvió a la vida. De él volvieron a salir obras y volvió a recibir encargos. Todos decían que en su obra se había producido una transformación a mejor, pues sus cuadros habían ganado en expresividad y calidez además que en técnica, que había mejorado si cabe. Estos elogios recibía el anciano pintor de sus clientes sin saber estos que las obras que encargaban no salían de sus manos sino de las de su hija, a la cual no se le podía dar reconocimiento ya que era una mujer y a las que él solo le ponía la firma.
Han pasado varios siglos y hoy el viejo pintor es un autor reconocido y del cual se valora mucho mas las obras de su segunda época que las anteriores y hoy, varios siglos después una joven se sienta a mirar aquellas obras como hacía antaño, desde siempre, desde que de su mano, a través del pincel las realizara y a las que tuviera que renunciar, todas menos una, aquella a la que su padre nunca quiso poner firma y que considera verdaderamente suya.

Mari Carmen Fernández González  29 - 6 - 2020



1 comentario:

  1. Deberías escribir con el animo de publicar algo,tienes un don que los demás pueden disfrutar.
    Toñi Delgado

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