domingo, 12 de julio de 2020

ISABEL

Miraba como, con aire indolente y tranquilo, leía una nota que sujetaba entre sus manos y no podía apartar sus ojos de ella.
Isabel era una joven bella y despreocupada, que viva junto a sus padres en el castillo que había pertenecido a su familia desde que ella recordara y ahora, paseaba por el claustro que rodeaba el jardín, lentamente recreándose en la lectura.
Desde el extremo opuesto de la galería, Galván la miraba con ojos de enamorado. La amaba desde que la vio por primera vez en el salón del castillo, sentada junto a sus padres, aquel día en el que llegó al castillo como trovador, para recitar sus canciones y trovas, a cambio de unas monedas, alojamiento y comida.
En ese momento, su corazón quedó cautivado por aquella joven que, inocente le miraba y escuchaba sus canciones, sin ser consciente de como su gracia y belleza hacía vibrar el corazón del joven trovador.
La miraba consciente de que su amor era imposible, pues aunque sabía que su amor era correspondido, sería imposible que este llegara a buen fin, pues su padre nunca consentiría que su hija se uniera a un trovador sin linaje y que no pertenecía a la nobleza; pero aunque sabía que su amor nunca  llegaría a nada, mientras Isabel viviese bajo el techo de sus padres, él podría verla a diario y con eso se conformaba.
Pasó el tiempo e Isabel se convirtió en una expendida mujer. Su padre la miraba con orgullo, pues se había convertido en una joven virtuosa y bien preparada para el matrimonio. Había llegado el momento de prometerla con un noble que la cuidase y le diese una buena vida y al que ella correspondería con hijos varones. Ya había elegido un un marido para ella y así se lo comunicó una tarde en el jardín donde el trovador acudía al atardecer para verla y disfrutar de su compañía.
Isabel recibió la noticia con resignación y obediencia. Acataría los deseos de su padre, pues había sido educada para ello y sabía que ese era su destino. Cuando su padre se marchó, Isabel se sentó en uno de los bancos de piedra que rodeaban el jardín y reflexionó sobre lo que le habia comentado su padre. No conocía al caballero a quien su padre había elegido como su esposo pero, aunque acataría su voluntad sin reservas, le invadió una gran tristeza, Tendría que abandonar todo lo que conocía y donde se sentía segura y amaba, su casa, su familia y amigos y sobre todo a su trovador, su amado trovador quien con sus poemas y canciones, le había robado el corazón y se había adueñado de su ser. se separaría de él para siempre aunque nunca se podría romper ese lazo invisible que los ataba.
Llegó el día que Isabel partiría para reunirse con su futuro marido. Desde las almenas del castillo Galván vió como, sobre su corcel, Isabel atravesaba eñ portón del castillo y se alejaba acompañada de  un séquito que la escoltaría durante su camino. Vió  como se alejaba y fue consciente de que esa separación sería definitiva, que su amor, en ese momento se alejaba y sintió como su corazón se rompía en mil pedazos.
Sabía que este momento llegaría pero no por sabido, el momento sería menos doloroso. Bajó la vista para no ver como su amada se perdía en el horizonte.

Mari Carmen Fernádez González              12 - 20 - 2020


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