martes, 27 de octubre de 2015

QUERIDO DIARIO



Querido diario:
Me acerco de nuevo a ti pues hasta ahora, no he tenido fuerzas para hacerlo.
Tras la muerte de María, decidí dejar mi trabajo y dedicarme a algo que llenase mi vida. Gracias a un buen amigo, he entrado como voluntario en un colegio para niños inadaptados. Allí encontré un niño que llamó mi atención. Estaba en un rincón, solo y parecía desorientado como si estuviera fuera de lugar, pregunté al director por él pues, había llamado mi atención,y este me comentó que Ángel era un chico especial. Decidí acercarme a él y le dije.
-Hola,¿te llamas Ángel?
Me miró como si le sorprendiese que me dirigiera a él y a la vez lo esperara y me contesto:
-Mi nombre no es Ángel. Yo soy un ángel y estoy aquí para ayudar a todo aquél que necesite mi ayuda ¿la necesitas tú?
Su respuesta me sorprendió muchísimo. Desconcertado le sonreí, no sabia que contestarle. Aquella noche en casa medité su respuesta y me dí cuenta que ese chico tenía algo especial. Al día siguiente tomé la decisión de convertirme en su padre de acogida.
Nos marchamos a casa y los días fueron pasando sin problemas. Yo aceptaba sus rarezas como la de hacer cortes en la espalda de sus prendas de vestir o la de no usar nunca mochila, pues decía que eso le inpediria extender sus alas cuando las necesitara sin problemas, pero, en el colegio no ocurría lo mismo, sus compañeros se burlaban de él, se reían de sus rarezas y ello provocaba problemas, esto llamó la atención  del director quien me comentó que el problema de Ángel llevaba visos de ser preocupante, que tenia que ser evaluado de nuevo y que, posiblemente, tendría que volver al colegio.
Cuando llegué a casa hablé con el. Le comenté que debía dejar esas ideas a  un lado, que no era un ángel y que tenía que aceptar el hecho de que era un chico normal, como todos, si no quería tener problemas.
El día de la evaluación entró sólo en una sala. Me quedé esperando afuera, mordiéndome las uñas de impaciencia pues nos jugábamos mucho. Perdí la cuenta de los cigarrillos que me había fumado o cuando la puerta se abrió y apareció Ángel. Nos dirigimos a la salida en silencio pues yo no me atrevía preguntarle nada.Cuando entramos en el coche no pude contener mi ansiedad y le pregunté qué le había contado al tribunal  y me contestó:
-Le dije lo que querían oír.
Hoy Ángel es un chico que juega y estudia como cualquier chico de su edad, aunque sigue con su idea de que es un ángel.
No se si lo será o no. Para los demás quizás no lo sea, pero para mi si que lo es, pues ha conseguido desterrar mi tristeza y darme una razón para vivir.


Mari Carmen Fernández González   27-10-2015





lunes, 26 de octubre de 2015

IGLESIA DE SAN JUAN DE DIOS EN CÁDIZ

De proporción armónica y muy bella en su conjunto. Es de planta de salón. de una sola nave que se ensancha en su crucero de planta execrada y crucero que no sobresale del plano.La cubre una bóveda de cañón, con lunetas y cúpula rebajada sobre pechinas que ocupan casi la mitad de la iglesia, descansando el resto sobre cuatro contrafuertes adosados a modo de columnas. En el crucero encontramos cuatro capillas y en los muros laterales cuatro hornacinas.

 El altar mayor se levanta sobre el rellano y presenta un retablo barroco de madera dorada, con tres calles y ático. En su iconografía es un altar propio de la orden Hospitalaria, siendo su autor Villegas. En la calle central encontramos el camarín dela Virgen de la Salud, del siglo XVI y autor anónimo. En las calles laterales encontramos los arcángeles Miguel y Rafael, policromadas y de estilo barroco, sobre ellas las imágenes de San José y San Antonio y en el ático El tránsito de San Juan de Dios. En el centro del retablo encontramos un Niño Jesús de plomo, antiguo titular del convento

. En la pared derecha del altar mayor encontramos un cuadro de San Juan Nepomuceno del s. XVIII y junto a la mesa del altar, un crucifijo del s, XVI.

 A la derecha del altar mayor encotramos la Capilla del Altísimo, con retablo y sagrario en mármol y jaspe, con pilastras dóricas de principios del XVIII. A la izquierda del altar mayor se encuentra la Capilla de la Dolorosa. Presenta un retablo de fines del s, XVIII de cedro y caoba sin policromar con tres calles y ático. Presenta imágenes de San José, San Francisco de Paula y la Inmaculada. En el camarin central se encuentra una imagen de Nuestra Señora de los Dolores. En la segunda capilla a la derecha del altar mayor, se encuentra la Capilla del santísimo Cristo de la Reconciliación. Es lo que queda dela antigua ermita del s, XVI, dedicada a San Sebastián y que se integra en el conjunto de la iglesia en 1689.

Es una capilla de proporciones reducidas que se corona con una pequeña cúpula sobre pechinas donde se inserta los escudos de San Sebastián. En ella se venera el Cristo de la Reconciliación de Juan Bautista Vazquez El viejo de principios del s. XVI. 

En una hornacina, a la izquierda del altar mayor, se encuentra la primitiva imagen de San Sebastián del s.XVI, en la que se vislumbra el estilo manierista de Berruguete. En la de la derecha, una de San Nicolás de Bari. También encontramos,a ambos lados del coro, dos lienzos con motivos de la vida de San Juan de Dios, del s, xVII y autor desconocido. Sobre la imagen de San Nicolás de Bari, encontramos un óleo de la Inmaculada y un pequeño icono de Nuestra Señora de Montenegro, de factura bizantina italiana, del s XVII con coronas de plata superpuestas del s, XVIII.






sábado, 17 de octubre de 2015

UN NUEVO PIGMALIÓN



El escultor miraba con atención el bloque de mármol, que acababa de recibir de su proveedor habitual. Aún no había “descubierto” que escondía ese trozo de piedra, cuando entró su aprendiz a comunicarle que había un posible cliente interesado en hablar con él.
Sin mucho interés, se apartó del trozo de mármol y se dirigió a hablar con aquel hombre que intuía, no tenía ningún interés por el arte y que solo querría conseguir una copia de alguna obra clásica que probablemente, habría visto en casa de algún amigo, para adornar su piscina o su jardín, pero estaba equivocado. El hombre quería una obra única, el producto de la inspiración de un artista y, para ello, lo había elegido a él.
El artista, sorprendido por la idea, acepto de buen grado. Pensó en el bloque de mármol que tenía en su taller y tras despedirse del cliente, se concentró en la idea. A pesar de intentarlo con tesón, la inspiración no llegaba. No le decía nada aquel trozo de mármol y decidió dejarlo estar.
Aquella noche no pudo dormir bien. Su sueño era agitado y ya de madrugada, se levantó de la cama y se dirigió a su taller, cogió sus herramientas y de manera febril, comenzó a trabajar .A la mañana siguiente ya tenía el bosquejo de la obra. Esta dejaba entrever la imagen de una mujer y el escultor seguía trabajando en ella sin descanso. Así paso varios días, desatendiendo su negocio, sus clientes e incluso su vida.
Sus aprendices le propusieron ayudarle en su obra pero el escultor, airado, se negaba despidiéndoles con cajas destempladas. Así siguió hasta que la escultura fue tomando forma y a medida de que la obra se iba completando más extraño era el comportamiento de su autor. Cuando estuvo casi terminada, decidió mantenerla cubierta para que nadie pudiese apreciar el resultado. “no quiero que nadie la vea hasta que no esté terminada” decía a todo aquel que quería verla.
Fueron pasando los días y la escultura parecía que no llegaba al punto de perfección que su autor buscaba. Ya no permitía que nadie le viera trabajar, ni siquiera sus propios alumnos y aprendices. No preparaba nuevos proyectos ni hacia caso a nuevos encargos, ni hacia nuevos clientes ni tampoco conservaba los antiguos. 
Una mañana, se presentó el cliente que le había hecho el encargo para interesarse por él. El escultor le dijo que aún no estaba terminada que volviera dentro de unos días. Aquella noche, el escultor se quedó solo con su obra. Se acercó a ella y tiró del paño que la cubría, quedando al descubierto la imagen de una bellísima mujer. El escultor se acercó a ella y la besó en los labios, acarició con cuidado su brazo y fijo su mirada en los ojos de la imagen “te amo” le dijo “eres la única mujer a la que he amado y la única a la que no puedo tener, háblame y dime que tú también me amas”. 

Consciente de lo imposible de su amor, el escultor abrió su mano y en su palma apareció un pequeño frasco que contenía un extraño líquido. Abrió dicho frasco y bebió su contenido de un sorbo. De repente cayó fulminado a los pies de la imagen. Sus ojos se fijaron en el rostro de la mujer y antes de morir pudo ver como una lágrima solitaria se deslizaba por su mejilla.



Mari Carmen Fernández González 17-10-2015







miércoles, 14 de octubre de 2015

EL DESVÁN

EL DESVÁN

“Es imposible. No pueden saber que están aquí”. La joven madre se dirige a la habitación de sus hijos. Sube la escalera y abre la puerta del dormitorio, intentando esconder el nerviosismo y el miedo que la atenaza. En la habitación, sus hijos juegan ajenos al peligro que les acecha y del que sólo su madre es consciente.
_¡Vamos niños! Hoy vamos a jugar a un juego divertidísimo y nuevo.
Los niños ilusionados, siguieron a su madre escaleras arriba hacia el desván. Allí, junto a su madre, esperaron en silencio pues esta les dijo que en eso consistía el juego. La joven madre, acurrucada junto a sus hijos en un rincón del desván, aguzaba el oído por si oía algo que le indicase si el peligro había pasado o seguía allí, pero no oyó nada. Animada por el silencio que parecía invadir la casa,y que parecía indicar que el peligro había pasado, se decidió a salir ella sola de su refugio, dejando allí a sus hijos.
-no salgáis de aquí. No abandonéis el desván por ningún motivo y, pase lo que pase, no hagáis ningún ruido, tengo que salir pero volveré pronto.
Salió sigilosamente, sin hacer  ruido, cerrando la puerta tras de sí. Los pequeños esperaron aturdidos, pues no sabían que estaba ocurriendo. De repente se oyeron pasos, pisadas rápidas y fuertes que seguían a otras más livianas, ruidos de muebles que se movían, sillas y otros objetos que caían al suelo rompiéndose con estrépito, y al final un grito desgarrado y el sonido de algo pesado al caer. Tras esto silencio, un silencio que inundó toda la casa. Los pequeños, asustados, no se movieron del rincón. El tiempo pasaba y su madre no volvía. Asustados se miraban unos a otros sin comprender nada. El tiempo pasaba y llegó la noche, cansados de esperar y agotados se rindieron al sueño.
Los días iban pasando y los niños seguían en el desván, sin atreverse a desobedecer los consejos de su madre, pero el aburrimiento empezaba a hacer mella en ellos. Más confiados comenzaron a jugar y, movidos por la curiosidad, removieron cajas y abrieron viejos baúles. Uno de los chicos tiró de una sábana que cubría algo muy grande. Al caer el paño, apareció el cuadro de una mujer. La imagen representaba a una mujer joven, de gran belleza, que parecía mirarle sonriente. El chico lo miró sin interés, y se marchó para jugar con el resto de sus hermanos. Los días pasaban y las provisiones que su madre había llevado consigo también. Los más pequeños lloraban a causa del hambre y el mayor de los hermanos rebuscó en la cesta donde su madre había llevado algo de comida, pero no quedaba nada, desilusionado sacó la mano vacía, dirigió de forma inconsciente sus ojos hacia el cuadro de la joven dama y algo llamó su atención. Los ojos de la joven parecían brillar como si tuvieran vida.
Una mano, suave y etérea acarició la del niño. Cuando este, sobresaltado miró hacia donde venía la caricia, vio que la dama del cuadro estaba a su lado y sin  decirle nada, colocó un paquete en su mano. El niño abrió el paquete y encontró dentro algo de alimento y agua, miró hacia donde estaba la mujer pero esta había desaparecido.
Días más tarde, el padre de los pequeños acompañado de las fuerzas del orden, apareció en la casa. Había estado fuera por motivos de trabajo y le había extrañado mucho no haber tenido noticia de su esposa ni de sus hijos desde hacía demasiado tiempo y temía por ellos.
Al llegar a la casa sus temores se vieron confirmados. La casa estaba abierta, muebles y otros enseres destrozados y desordenados por el suelo y todo sumido en un profundo silencio. Al llegar a la escalera su ánimo se hundió, allí, al pie de la escalera, estaba el cadáver de su esposa. Temió por sus hijos. Desesperado los buscó por todas las habitaciones de la casa, gritando sus nombres. No tenía esperanzas de encontrarlos con vida, pues habían pasado demasiado tiempo solos y eran demasiado pequeños. Se dejó llevar y, sin esperanza, deambuló por la casa. Sus pasos le llevaron de una forma inconsciente hasta el desván y allí algo le hizo reaccionar, su corazón le dio un vuelco porque, sin saber cómo, al tocar el pomo de la puerta sintió un hálito de esperanza. Temeroso lo giró y allí, de espaldas a la puerta, estaban sus hijos sentados frente a un cuadro que representaba a una joven dama.
Los pequeños, al ver a su padre, corrieron a su encuentro, este los abrazó con alegría sin explicarse aún cómo habían podido sobrevivir sus hijos en aquellas circunstancias.
-¡Hijos ya todo ha acabado¡ Ya no estaréis solos nunca más.
Cuando preguntó a sus hijos como habían podido sobrevivir solos tanto tiempo, estos le contestaron:
-No hemos estado solos, la abuela ha estado con nosotros todos estos días.

Y el más pequeño señaló el retrato de la joven.

Mari Carmen Fernández González       14-10-2015