Mis ojos se abrieron de repente. Mi corazón latía a tal velocidad que parecía que iba a salírseme del pecho. Un sudor frío comenzó a correr por mi espalda, haciendo que todos mis sentidos se pusieran alerta. Algo había ocurrido, algo extraño que me había sobresaltado de tal manera que incluso, me había despertado de mi sueño.
En mi habitación todo estaba tranquilo y nada parecía fuera de lugar. La luz de la calle seguía filtrándose a través de las cortinas que cubrían las ventanas de mi cuarto, impidiendo que la oscuridad de la noche lo inundase por completo y todo parecía en su lugar pero yo sabía que algo no andaba bien, aunque no era capaz de descubrir que era.
Me levanté de la cama, intentando recordar. Algo me había despertado de forma violenta pero no sabía que, quizás un ruido o alguna luz pero en la casa no había nadie más que yo y en la calle era muy poco probable pues, en aquellas horas solía estar casi desierta y apenas pasaban coches. Decidí volver a la cama pensando que habría sido una pesadilla e intenté volver a dormirme pero me era imposible conciliar de nuevo el sueño, algo me lo impedía. Intenté relajarme turbándome boca arriba sobre mi cama y fijé los ojos en la ventana. De repente la habitación pareció oscurecerse. Pensé que el cielo podría haberse nublado, tapando la luna y mitigando su luz pero no era así, el tiempo estaba totalmente despejado y en el cielo no había ni una nube. Poco a poco esa oscuridad fue creciendo, extendiéndose por la habitación como si fuese humo y haciéndose cada vez más densa y más pesada, cayó sobre mí, aprisionando mi cuerpo contra el colchón e impidiéndome moverme.
Mi respiración se volvió agitada. El miedo me impedía reaccionar, no podía moverme ni pensar con claridad, algo me atenazaba y me empujaba hacia abajo, hundiéndome en el colchón y aplastándome hasta el punto de impedirme respirar. Intenté con todas mis fuerzas gritar pero en mis pulmones no había bastante aire y mi garganta estaba seca por el terror.
La angustia era abrumadora. Era imposible luchar pero yo lo intentaba con desesperación cuando aterrada sentí con sorpresa, como de mi garganta salía un grito y conseguía liberar mis brazos de esa fuerza aterradora.
Crucé mis brazos sobre mi cara, tapándome los ojos con ellos. Así estuve no sé cuánto tiempo hasta que, por fin tuve el valor de retirarlos y volver a abrir los ojos. Todo estaba como siempre, por la ventana volvía a entrar la luz de la luna, la pesadilla había pasado.
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