Todo ha quedado en silencio. Tras el estruendoso sonido de los cañones ha llegado la calma, provocada por un momento de tregua que no tardará en acabar. El soldado se relaja, apoya el fusil en la pared de una precaria trinchera excavada en un suelo frío y fangoso y enciende un cigarrillo.
Se sienta en el suelo cubierto de restos mudos de la batalla, mira hacia el cielo y cierra los ojos. A su mente acuden al momento recuerdos de su vida. Recuerda como era su casa, a su madre trasteando en la cocina, a su padre, hermanos y amigos, con quienes jugaba y vivía las primeras aventuras de juventud, el camino del colegio y a ese profesor que inflexible, le enseñaba con mano dura y suave a la vez, su primera novia, su primer trabajo…Toda su vida pasa ante sus ojos como un desfile de imágenes agradables y dulces, que invaden su cuerpo de una agradable sensación e invaden su alma de una calidez ficticia, en un lugar donde la muerte, el frío y el miedo lo invaden todo, lo rodean todo y hacen que los ideales e ilusiones se disipen en una profunda niebla.
El soldado sigue soñando y así consigue alejarse del mundo que le rodea y alimentarse de una ilusión que le permite sobrevivir ante una situación de desolación y muerte.
Un fuerte ruido lo devuelve a la realidad, ha terminado la tregua. Los cañones vuelven a tronar y a vomitar fuego. Las balas y la metralla vuelve a volar sobre su cabeza y un olor a pólvora y humo invade el aire, llenándolo de una sucia y oscura bruma gris.
El soldado apaga su cigarro, recoge su fusil y vuelve a su puesto. Al grito de “fuego” todo comienza de nuevo.
Mari Carmen Fernández González 11 - 3 - 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario