Un barco se recortaba sobre el horizonte. El galeón pirata "Sirena" navegaba en aguas tranquilas, esperando una posible presa que le reportara ganancias. Sobre su puente su capitán "La Perla" miraba a través de su catalejo. Hija y nieta de piratas, gobernaba a su tripulación con guante de seda y puño de hierro. Dicha tripulación estaba formada por marinos curtidos y que tenían el oro como único dios y rey. La espera fue pronto recompensada. Por el lado de babor, apareció a lo lejos un barco con apariencia de mercante y La Perla no se lo pensó dos veces. Dio orden a su timonel de dirigirse hacia él y a su tripulación que se preparasen para atacar a aquel mercante del que, si tenían suerte, conseguirían una gran ganancia, pues su tamaño era considerable.
Con la rapidez del rayo el "Sirena" se abalanzó sobre el mercante que, ajeno al peligro, seguía su singladura. Se acercaron a él y se prepararon para abordarlo, pero cual sería su sorpresa cuando vieron que el mercante no emprendía la huida sino que se ponía en posición de ataque y parecía prepararse para hacerles frente.
A pesar de la sorpresa que les causó esto al principio ,la tripulación del "Sirena" reaccionó con rapidez, pero esto no les sirvió de mucho. El aparente mercante no era tal sino que era un barco de la Armada Inglesa camuflado que, en posición de ataque, se enfrentó al "Sirena".
Con una andanada de sus cañones, instó al galeón pirata a rendirse. Este no lo hizo. "La perla", viéndose en inferioridad de condiciones, comenzó una maniobra de evasión intentando esquivar el ataque del buque de la armada, pero no lo consiguió. En vista de su inferioridad, el "Sirena" se rindió y toda su tripulación, incluida su capitana, fue apresada.
El capitán de la armada John Finch sobre el puente contemplaba cómo la tripulación del "Sirena" era apresada y trasladada a su barco cuando algo llamó su atención. El capitán del barco pirata parecía ser sólo un muchacho. Se acercó a él y de un manotazo le quitó el sombrero. Cual sería su sorpresa cuando vio que bajo el sombrero, se escondía una cascada de rizos oscuros que, a su vez, escondía el rostro de una mujer. Esta le miró con ojos desafiantes pero el capitán, hombre acostumbrado a enfrentarse a cualquier tipo de situación en el mar, no se inmutó ante aquella provocación y ordenó que la llevaran a su camarote para interrogarla.
Una vez allí el capitán, junto a su segundo, comenzaron el interrogatorio. El capitán conocía las historias que corrían sobre "La Perla" pero nunca las había tomado demasiado en serio aunque ahora se rendía a la evidencia. De la joven capitana nadie conocía más que su apodo. Intentó averiguarlo pero todo intento fue inútil. De su interrogatorio sólo pudo sacar que la joven le escupiera a la cara, por lo que ordenó que le pusiera grilletes y que la encerraran en la bodega junto al resto de su tripulación.
Pusieron rumbo a la isla de Antigua y allí el capitán Finch entregaría a la joven capitana a las autoridades y se olvidaría de todo satisfecho por el deber cumplido.
Los días pasaban con lentitud en alta mar y al capitán cada vez le era más difícil olvidarse de la hermosa joven que llevaba prisionera en su bodega. Su segundo se acercó un día a él y le comentó que debería apartar a la joven capitana del resto de la tripulación, pues así minimizaba el peligro de rebelión entre los prisioneros. El capitán aceptó y La perla fue trasladada aun pequeño camarote bajo la cubierta. Allí permanecería encerrada durante toda la travesía y con ello, el capitán pensaba que la fortaleza de la joven se rompería al verse sola, sin el apoyo de su tripulación. Allí, el capitán la interrogaba a menudo, siempre con el mismo resultado.
Los días pasaban lentamente ya medida que se acercaba a su destino, el capitán cada vez se sentía más atraído hacia la joven indomable que llevaba prisionera, pero por fin el buque de la Armada atracó en el muelle de Antigua y muy a su pesar, cumplió con su obligación, pues se estaba enamorando de la joven pirata.
La joven fue encarcelada y juzgada, junto a su tripulación por actos de piratería. Fue condenada a morir en la horca en un plazo breve, mientras tanto, permanecería recluida en la fortaleza de la isla hasta que la sentencia fuera ejecutada.
Al oír esto, el capitán sintió que su mundo se hundía. Había intentado por todos los medios exculparla o, al menos interceder por ella pero la lista de sus delitos era importante y no pudo hacer nada para evitar la sentencia.
Desesperado intentó por todos los medios buscar una solución. La amaba y no podía consentir que muriese. Se culpaba por la suerte que ella iba a correr ya que pensaba que si no la hubiese apresado, ahora estaría a salvo.
Se dio cuenta que, para salvarla sólo había una solución, dejarla escapar no sería difícil pues la isla a causa de una alerta sobre un inminente ataque pirata estaba casi sin soldados pues todos estaba en alta mar defendiendo la entrada al puerto de la isla. Aquella noche, vigilando a la joven, sólo había un viejo carcelero al que no sería difícil sobornar. Así lo hizo y sin grandes esfuerzos, consiguió liberar a la joven capitana de su trágico fin.
Con mucho cuidado y no sin peligro, la pareja consiguió llegar a una cala escondida de la isla donde el capitán había escondido una barca en la que La Perla conseguiría ponerse a salvo.
La Perla, rápidamente, subió a la embarcación y se dispuso a coger los remos pero antes, miró fijamente al joven capitán y le beso con un beso dulce y largo que fue una verdadera declaración de amor. Tras esto, empezó a remar y se fue poco a poca alejando de la playa llevándose para siempre el corazón del capitán.
Mari Carmen Fernández González 19 - 3 - 2015
Felicidades, en cada historia te superas, y consigues que leyéndola, me introduzca en ella.
ResponderEliminarUn besito Toñi.