El Gran Teatro Falla comienza a construirse en 1884 bajo proyecto de Adolfo Morales de los Ríos y Adolfo del Castillo Escribano, en el solar del antiguo Teatro de Cádiz, desaparecido tras un incendio en 1881.
Este teatro no se termina hasta 1905 a causa de la falta de fondos, que paraliza su construcción en distintas ocasiones.
De estilo neomudejar está construido en ladrillo rojo y presenta en su fachada principal tres grades puertas con arco de herradura con dovelas alternas en rojo y blanco. Su planta tiene forma de herradura y a ella se van adaptando cada uno de los pisos, rodeados por una galería que enlaza con las escaleras de acceso que surgen desde el gran vestíbulo reformado en los años veinte.
Con capacidad para 1214 espectadores, estos se reparten entre patio de butacas, palcos, anfiteatro y paraíso. Su escenario mide 18 metros de largo por 25,5 de fondo.
El teatro está lujosamente decorado con motivos mudéjares y frescos y su techo se cubre con un lienzo de Felipe Abarzuza que representa una alegoría del paraíso.
El 12 de enero de 1910 se inauguró este teatro con una sinfonía de Barbieri.
viernes, 20 de marzo de 2015
jueves, 19 de marzo de 2015
LA PERLA
Un barco se recortaba sobre el horizonte. El galeón pirata "Sirena" navegaba en aguas tranquilas, esperando una posible presa que le reportara ganancias. Sobre su puente su capitán "La Perla" miraba a través de su catalejo. Hija y nieta de piratas, gobernaba a su tripulación con guante de seda y puño de hierro. Dicha tripulación estaba formada por marinos curtidos y que tenían el oro como único dios y rey. La espera fue pronto recompensada. Por el lado de babor, apareció a lo lejos un barco con apariencia de mercante y La Perla no se lo pensó dos veces. Dio orden a su timonel de dirigirse hacia él y a su tripulación que se preparasen para atacar a aquel mercante del que, si tenían suerte, conseguirían una gran ganancia, pues su tamaño era considerable.
Con la rapidez del rayo el "Sirena" se abalanzó sobre el mercante que, ajeno al peligro, seguía su singladura. Se acercaron a él y se prepararon para abordarlo, pero cual sería su sorpresa cuando vieron que el mercante no emprendía la huida sino que se ponía en posición de ataque y parecía prepararse para hacerles frente.
A pesar de la sorpresa que les causó esto al principio ,la tripulación del "Sirena" reaccionó con rapidez, pero esto no les sirvió de mucho. El aparente mercante no era tal sino que era un barco de la Armada Inglesa camuflado que, en posición de ataque, se enfrentó al "Sirena".
Con una andanada de sus cañones, instó al galeón pirata a rendirse. Este no lo hizo. "La perla", viéndose en inferioridad de condiciones, comenzó una maniobra de evasión intentando esquivar el ataque del buque de la armada, pero no lo consiguió. En vista de su inferioridad, el "Sirena" se rindió y toda su tripulación, incluida su capitana, fue apresada.
El capitán de la armada John Finch sobre el puente contemplaba cómo la tripulación del "Sirena" era apresada y trasladada a su barco cuando algo llamó su atención. El capitán del barco pirata parecía ser sólo un muchacho. Se acercó a él y de un manotazo le quitó el sombrero. Cual sería su sorpresa cuando vio que bajo el sombrero, se escondía una cascada de rizos oscuros que, a su vez, escondía el rostro de una mujer. Esta le miró con ojos desafiantes pero el capitán, hombre acostumbrado a enfrentarse a cualquier tipo de situación en el mar, no se inmutó ante aquella provocación y ordenó que la llevaran a su camarote para interrogarla.
Una vez allí el capitán, junto a su segundo, comenzaron el interrogatorio. El capitán conocía las historias que corrían sobre "La Perla" pero nunca las había tomado demasiado en serio aunque ahora se rendía a la evidencia. De la joven capitana nadie conocía más que su apodo. Intentó averiguarlo pero todo intento fue inútil. De su interrogatorio sólo pudo sacar que la joven le escupiera a la cara, por lo que ordenó que le pusiera grilletes y que la encerraran en la bodega junto al resto de su tripulación.
Pusieron rumbo a la isla de Antigua y allí el capitán Finch entregaría a la joven capitana a las autoridades y se olvidaría de todo satisfecho por el deber cumplido.
Los días pasaban con lentitud en alta mar y al capitán cada vez le era más difícil olvidarse de la hermosa joven que llevaba prisionera en su bodega. Su segundo se acercó un día a él y le comentó que debería apartar a la joven capitana del resto de la tripulación, pues así minimizaba el peligro de rebelión entre los prisioneros. El capitán aceptó y La perla fue trasladada aun pequeño camarote bajo la cubierta. Allí permanecería encerrada durante toda la travesía y con ello, el capitán pensaba que la fortaleza de la joven se rompería al verse sola, sin el apoyo de su tripulación. Allí, el capitán la interrogaba a menudo, siempre con el mismo resultado.
Los días pasaban lentamente ya medida que se acercaba a su destino, el capitán cada vez se sentía más atraído hacia la joven indomable que llevaba prisionera, pero por fin el buque de la Armada atracó en el muelle de Antigua y muy a su pesar, cumplió con su obligación, pues se estaba enamorando de la joven pirata.
La joven fue encarcelada y juzgada, junto a su tripulación por actos de piratería. Fue condenada a morir en la horca en un plazo breve, mientras tanto, permanecería recluida en la fortaleza de la isla hasta que la sentencia fuera ejecutada.
Al oír esto, el capitán sintió que su mundo se hundía. Había intentado por todos los medios exculparla o, al menos interceder por ella pero la lista de sus delitos era importante y no pudo hacer nada para evitar la sentencia.
Desesperado intentó por todos los medios buscar una solución. La amaba y no podía consentir que muriese. Se culpaba por la suerte que ella iba a correr ya que pensaba que si no la hubiese apresado, ahora estaría a salvo.
Se dio cuenta que, para salvarla sólo había una solución, dejarla escapar no sería difícil pues la isla a causa de una alerta sobre un inminente ataque pirata estaba casi sin soldados pues todos estaba en alta mar defendiendo la entrada al puerto de la isla. Aquella noche, vigilando a la joven, sólo había un viejo carcelero al que no sería difícil sobornar. Así lo hizo y sin grandes esfuerzos, consiguió liberar a la joven capitana de su trágico fin.
Con mucho cuidado y no sin peligro, la pareja consiguió llegar a una cala escondida de la isla donde el capitán había escondido una barca en la que La Perla conseguiría ponerse a salvo.
La Perla, rápidamente, subió a la embarcación y se dispuso a coger los remos pero antes, miró fijamente al joven capitán y le beso con un beso dulce y largo que fue una verdadera declaración de amor. Tras esto, empezó a remar y se fue poco a poca alejando de la playa llevándose para siempre el corazón del capitán.
Mari Carmen Fernández González 19 - 3 - 2015
Con la rapidez del rayo el "Sirena" se abalanzó sobre el mercante que, ajeno al peligro, seguía su singladura. Se acercaron a él y se prepararon para abordarlo, pero cual sería su sorpresa cuando vieron que el mercante no emprendía la huida sino que se ponía en posición de ataque y parecía prepararse para hacerles frente.
A pesar de la sorpresa que les causó esto al principio ,la tripulación del "Sirena" reaccionó con rapidez, pero esto no les sirvió de mucho. El aparente mercante no era tal sino que era un barco de la Armada Inglesa camuflado que, en posición de ataque, se enfrentó al "Sirena".
Con una andanada de sus cañones, instó al galeón pirata a rendirse. Este no lo hizo. "La perla", viéndose en inferioridad de condiciones, comenzó una maniobra de evasión intentando esquivar el ataque del buque de la armada, pero no lo consiguió. En vista de su inferioridad, el "Sirena" se rindió y toda su tripulación, incluida su capitana, fue apresada.
El capitán de la armada John Finch sobre el puente contemplaba cómo la tripulación del "Sirena" era apresada y trasladada a su barco cuando algo llamó su atención. El capitán del barco pirata parecía ser sólo un muchacho. Se acercó a él y de un manotazo le quitó el sombrero. Cual sería su sorpresa cuando vio que bajo el sombrero, se escondía una cascada de rizos oscuros que, a su vez, escondía el rostro de una mujer. Esta le miró con ojos desafiantes pero el capitán, hombre acostumbrado a enfrentarse a cualquier tipo de situación en el mar, no se inmutó ante aquella provocación y ordenó que la llevaran a su camarote para interrogarla.
Una vez allí el capitán, junto a su segundo, comenzaron el interrogatorio. El capitán conocía las historias que corrían sobre "La Perla" pero nunca las había tomado demasiado en serio aunque ahora se rendía a la evidencia. De la joven capitana nadie conocía más que su apodo. Intentó averiguarlo pero todo intento fue inútil. De su interrogatorio sólo pudo sacar que la joven le escupiera a la cara, por lo que ordenó que le pusiera grilletes y que la encerraran en la bodega junto al resto de su tripulación.
Pusieron rumbo a la isla de Antigua y allí el capitán Finch entregaría a la joven capitana a las autoridades y se olvidaría de todo satisfecho por el deber cumplido.
Los días pasaban con lentitud en alta mar y al capitán cada vez le era más difícil olvidarse de la hermosa joven que llevaba prisionera en su bodega. Su segundo se acercó un día a él y le comentó que debería apartar a la joven capitana del resto de la tripulación, pues así minimizaba el peligro de rebelión entre los prisioneros. El capitán aceptó y La perla fue trasladada aun pequeño camarote bajo la cubierta. Allí permanecería encerrada durante toda la travesía y con ello, el capitán pensaba que la fortaleza de la joven se rompería al verse sola, sin el apoyo de su tripulación. Allí, el capitán la interrogaba a menudo, siempre con el mismo resultado.
Los días pasaban lentamente ya medida que se acercaba a su destino, el capitán cada vez se sentía más atraído hacia la joven indomable que llevaba prisionera, pero por fin el buque de la Armada atracó en el muelle de Antigua y muy a su pesar, cumplió con su obligación, pues se estaba enamorando de la joven pirata.
La joven fue encarcelada y juzgada, junto a su tripulación por actos de piratería. Fue condenada a morir en la horca en un plazo breve, mientras tanto, permanecería recluida en la fortaleza de la isla hasta que la sentencia fuera ejecutada.
Al oír esto, el capitán sintió que su mundo se hundía. Había intentado por todos los medios exculparla o, al menos interceder por ella pero la lista de sus delitos era importante y no pudo hacer nada para evitar la sentencia.
Desesperado intentó por todos los medios buscar una solución. La amaba y no podía consentir que muriese. Se culpaba por la suerte que ella iba a correr ya que pensaba que si no la hubiese apresado, ahora estaría a salvo.
Se dio cuenta que, para salvarla sólo había una solución, dejarla escapar no sería difícil pues la isla a causa de una alerta sobre un inminente ataque pirata estaba casi sin soldados pues todos estaba en alta mar defendiendo la entrada al puerto de la isla. Aquella noche, vigilando a la joven, sólo había un viejo carcelero al que no sería difícil sobornar. Así lo hizo y sin grandes esfuerzos, consiguió liberar a la joven capitana de su trágico fin.
Con mucho cuidado y no sin peligro, la pareja consiguió llegar a una cala escondida de la isla donde el capitán había escondido una barca en la que La Perla conseguiría ponerse a salvo.
La Perla, rápidamente, subió a la embarcación y se dispuso a coger los remos pero antes, miró fijamente al joven capitán y le beso con un beso dulce y largo que fue una verdadera declaración de amor. Tras esto, empezó a remar y se fue poco a poca alejando de la playa llevándose para siempre el corazón del capitán.
Mari Carmen Fernández González 19 - 3 - 2015
miércoles, 11 de marzo de 2015
TREGUA
Todo ha quedado en silencio. Tras el estruendoso sonido de los cañones ha llegado la calma, provocada por un momento de tregua que no tardará en acabar. El soldado se relaja, apoya el fusil en la pared de una precaria trinchera excavada en un suelo frío y fangoso y enciende un cigarrillo.
Se sienta en el suelo cubierto de restos mudos de la batalla, mira hacia el cielo y cierra los ojos. A su mente acuden al momento recuerdos de su vida. Recuerda como era su casa, a su madre trasteando en la cocina, a su padre, hermanos y amigos, con quienes jugaba y vivía las primeras aventuras de juventud, el camino del colegio y a ese profesor que inflexible, le enseñaba con mano dura y suave a la vez, su primera novia, su primer trabajo…Toda su vida pasa ante sus ojos como un desfile de imágenes agradables y dulces, que invaden su cuerpo de una agradable sensación e invaden su alma de una calidez ficticia, en un lugar donde la muerte, el frío y el miedo lo invaden todo, lo rodean todo y hacen que los ideales e ilusiones se disipen en una profunda niebla.
El soldado sigue soñando y así consigue alejarse del mundo que le rodea y alimentarse de una ilusión que le permite sobrevivir ante una situación de desolación y muerte.
Un fuerte ruido lo devuelve a la realidad, ha terminado la tregua. Los cañones vuelven a tronar y a vomitar fuego. Las balas y la metralla vuelve a volar sobre su cabeza y un olor a pólvora y humo invade el aire, llenándolo de una sucia y oscura bruma gris.
El soldado apaga su cigarro, recoge su fusil y vuelve a su puesto. Al grito de “fuego” todo comienza de nuevo.
Mari Carmen Fernández González 11 - 3 - 2015
sábado, 7 de marzo de 2015
miércoles, 4 de marzo de 2015
LA CALETA DE CÁDIZ
la playa de La Caleta esta en realidad formada por dos caletas. La primera llamada de Santa Catalina, que se extiende entre las Puntas del Sur y la del Nao, recibe este nombre de una ermita que existió en su puerta, situada cerca del Baluarte de los Mártires.
La segunda se denomina Caleta de Rota. No se sabe a ciencia cierta de donde viene este nombre, pero existen dos teorías, la primera sugiere que se le llama así debido a que está situada frente a la Villa de Rota y la otra se refiere a que en ella está la piedra que se conoce como Piedra Rota. También se la conoce como Caleta del bonete por estar situada tras el baluarte de la muralla. Su delimitación se extiende entre la Punta del Nao y la Punta de la Piedra de los Diablos.
La Caleta es el resto visible del antiguo canal que unía La Caleta con la bahía. Antiguamente fue el puerto de la ciudad utilizado ya por los fenicios.
La Caleta, debido a su situación,era un puerto estratégico que había que defender a toda costa y para ello, se construyeron los dos castillos que la flanquean, el de San Sebastián y el de Santa Catalina, además de otras edificaciones como los baluartes del Orejón, de San Pablo y el de San Pedro.
La segunda se denomina Caleta de Rota. No se sabe a ciencia cierta de donde viene este nombre, pero existen dos teorías, la primera sugiere que se le llama así debido a que está situada frente a la Villa de Rota y la otra se refiere a que en ella está la piedra que se conoce como Piedra Rota. También se la conoce como Caleta del bonete por estar situada tras el baluarte de la muralla. Su delimitación se extiende entre la Punta del Nao y la Punta de la Piedra de los Diablos.
La Caleta es el resto visible del antiguo canal que unía La Caleta con la bahía. Antiguamente fue el puerto de la ciudad utilizado ya por los fenicios.
La Caleta, debido a su situación,era un puerto estratégico que había que defender a toda costa y para ello, se construyeron los dos castillos que la flanquean, el de San Sebastián y el de Santa Catalina, además de otras edificaciones como los baluartes del Orejón, de San Pablo y el de San Pedro.
LA CALETA DE CÁDIZ
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