miércoles, 4 de noviembre de 2020

LA MUJER DEL SITAR

 Sita estaba entusiasmada viendo como en el rostro de su padre se reflejaba la felicidad. Había pasado por la orfebrería y, con lo que había conseguido ahorrar en las últimas semanas con su rickshaw, había comprado una pequeña copa de plata para así, aumentar la dote de su hija y que esta pudiese casarse sin problemas.

salió corriendo de su humilde hogar para reunirse con su prometido y enseñarle la nueva adquisición para su ajuar pero, de pronto el cielo comenzó a oscurecerse, lo que indicaba que el monzón estaba a punto de llegar. Corrió hacia su casa pues, tenía que prepararse para la inminente llegada de este.

El monzón llegó y no tuvo piedad con la aldea. El viento y la lluvia la azotaron sin piedad, provocando inundaciones y una devastación total en aquella humilde aldea, lo que provocó una gran cantidad de pérdidas, tanto en vidas como en bienes materiales.

Cuando, por fin el monzón pasó, Sita, junto con su familia, pudieron ver lo que habían perdido. Por fortuna, todos estaban bien y su casa, aunque con graves daños, todavía se mantenía en pie, pero el rickshow de su padre, su único medio de subsistencia, había quedado destrozado, lo que significaba que la familia había quedado sin recursos, condenándolos a la miseria total.

Sita entonces comprendió lo que esto significaba para ella; para su padre no solo sería imposible mantener a su familia, sino que tampoco seria capaz de aumentar la dote de Sita, incluso tendría que vender todo lo que había conseguido reunir con el esfuerzo de muchos años, para así conseguir recursos para alimentar a su familia, pero eso significaba que esta perdería su dote y sin ella, seria imposible poder mantener su compromiso, ni siquiera poder casarse algún día.

Con todas sus esperanzas perdidas, Sita comenzó a andar sin rumbo fijo, alejándose de la devastación que la rodeaba y sus pasos la llevaron hasta una zona montañosa que se extendía cerca de su aldea donde, de pequeña, jugaba con sus hermanos y amigos.

Aquellas montañas estaban plagadas de cuevas Una leyenda contaba que entre esas cuevas, estaba la entrada al mundo de los dioses y que esa entrada estaba custodiada por un guardián, que la protegía de la visita de intrusos, pero ella había jugado allí  desde pequeña y había entrado y salido de cada una de esas cuevas y nunca había encontrado en ellas nada extraño y mucho menos mágico o sobrenatural.

Una vez allí, se sentó a descansar sobre una piedra .De repente escuchó algo extraño. Hasta sus oídos llego una especie de extraña melodía que no pudo reconocer. Decidió seguir aquel sonido y descubrir de donde venía, descubriendo la entrada de una cueva que le pareció peculiar. No la reconocía y no le era para nada familiar y decidió entrar en ella para calmar su curiosidad, pues se dio cuenta de que aquella música venía de dentro de la cueva.

Cuando entró en ella, su sorpresa fue mayúscula. La cueva se abría en un gran salón donde, al fondo, una hermosa mujer, vestida con lujosas ropas y joyas, estaba sentada sobre una piedra, cubierta de riquísimas telas, tocaba un sitar, del cual arrancaba las maravillosas notas de aquella extraña canción, que había escuchado momentos antes y rodeándola, había una serie de extrañas flores que brillaban, iluminado la estancia y que al sonido de aquel maravilloso instrumento, refulgían, convirtiendo aquella cueva en un ascua de luz.

Sita miraba aquello maravillada. Sorprendida no pudo pronunciar palabra, entonces la mujer dejó de tocar el instrumento que sostenía entre sus manos y se dirigió su mirada hacia la joven.

-¿Que deseas?- le preguntó - Si has llegado hasta aquí, es porque tu corazón anhela algo con tanta fuerza, que los hados te han traído hasta mi. Haz tu petición.

Sita, por fin pudo articular palabra y preguntó:

-¿Quien eres?

-Soy la mujer del sitar y tengo la facultad de conceder a los hombres aquello que mas desean ¿Qué deseas tú?

-No deseo nada para mi - le contestó Sita.

-Pero si para otros - dijo la mujer - Puedo concedértelo pero ¿Qué me darás a cambio?

-No tengo nada que ofrecerte, al menos, nada de valor.

-Seguro que si. Dimes lo que deseas y ya te pediré a cambio algo acorde con lo que me pidas.

La joven contó a la mujer cual era su deseo. Le comentó los estragos que el monzón había causado en su aldea, como había acabado esta, como había acabado con la vida y las ilusiones de muchas familias y le contó su deseo. Deseaba que el tiempo pudiera volver atrás, que el monzón hubiera pasado de largo, hubiese respetado la aldea y que todo fuese como antes.

-Todo el que viene aquí me pide riquezas y poder. Tú eres la primera persona  que no me pides nada para ti solo para los demás. Pides el bien para tu aldea y para todos los que conoces, asegurando su bienestar y prosperidad. Te concedo lo que me pides y a cambio solo te pediré una flor. La joven salió de la cueva y buscó por aquellos parajes una flor, con la que cumplir su pago a la mujer. Le fue difícil pero consiguió encontrarla. se la llevó a la mujer y esta la colocó junto a las demás que adornaban su trono. La flor comenzó a refulgir como las demás.

-Te concedo tu deseo - le dijo.

La joven despertó. se había quedado dormida sobre aquella roca, cansada después de tanto caminar. Se levantó y se dirigió hacia su hogar con tristeza, recordando la devastación a la que tendría que enfrentarse de nuevo. Pero cual sería su sorpresa cuando, al llegar a la aldea, la encontró en pie, como si nada hubiera pasado, como si el monzón  y su devastación solo hubiese sido un mal sueño. Sus vecinos seguían con sus vidas como siempre. 

Vio como su padre llegaba de la ciudad arrastrando su rickshow y la buscaba con la mirada . Se acercó a ella y extrajo de su dhoti una pequeña cucharilla de plata:

-Hoy he tenido un buen día. He tenido buenas propinas -Sita se abrazó a su padre inmensamente feliz.

Al cabo de algunos meses, Sita junto a su familia, se desplazó a la ciudad para dar gracias a los dioses por su protección frente al monzón. Al entrar en el templo, Sita vio por primera vez las imágenes que representaban a los dioses y se quedó impresionada por su belleza, pero su sorpresa fue mayúscula cuando sus ojos se posaron sobre la imagen de Shiva, pues en ella reconoció a la mujer del sitar.

Mari Carmen Fernández González.        4 - 11 - 2020




No hay comentarios:

Publicar un comentario