Li Ying estaba radiante. Se acercaba el día de su boda . Ya solo faltaba un mes para que este acontecimiento llegase, y ella no podría estar más feliz.
Sintió como se abría la puerta de su cuarto y en el umbral apareció su madre con algo en sus manos. Era una caja de cedro con incrustraciones de nácar, de un tamaño mediano. La depositó en el suelo y le dijo que la abriese. Li ying así lo hizo y dentro encontró algo que le sorprendió muchísimo; era un fardo de seda roja que, al desplegarlo, se convirtió en un maravilloso kimono, de una calidad y exquisitez maravillosa.
- Esta es nuestra reliquia familiar más valiosa y preciada - le dijo su madre - Con este kimono han contraído matrimonio todas las mujeres de nuestra familia, pasando de una a otra a través de generaciones. Ahora te toca a ti llevarlo.
Li Yung no supo que decir. Estaba muy sorprendida, pues hasta ahora no había tenido noticia de la existencia de aquel kimono, ni siquiera de la tradición familiar a la que estaba ligado.
Su madre recogió el kimono de las manos de Li Ying y lo devolvió, cuidadosamente doblado, a su caja.
Fueron pasando los días y Li Ying solo pensaba en la ceremonia de su boda. Se imaginaba toda la aldea engalanada, como ocurría cada vez que se celebraba un acontecimiento de esa índole, a sus amigos, parientes y vecinos acompañándola y, sobre todo, a su prometido junto a ella, ataviada con su flamante kimono de seda roja. Pero este sueño duró poco. Varios jinetes llegaron a la aldea. Eran king Yu junto a sus hombres. Habían llegado como siempre para robar y saquear todo lo que encontraran a su paso, sobre todo en aquellas aldeas donde sabían que solo encontrarían aldeanos poco versados en el arte de la guerra, que no opondrían resistencia alguna y donde les seria fácil el pillaje y el saqueo. Llegaron arrasando con todo y llevándose todo lo que creían que tenía algún valor además de víveres, sin ningún respeto por los aldeanos que allí vivían.
Entraron en sus casas, destrozaron lo que consideraban de poco valor, buscando tesoros que nunca encontraban, ya que aquellos aldeanos eran agricultores pobres.
Kin Yu entró en la casa de la familia Li y encontró pocas cosas de valor . Frustrado, se dirigió al fondo de la casa y abrió la puerta de lo que parecía el aposento privado de uno de sus miembros . No había nada de especial valor excepto una caja de madera noble ricamente tallada y con incrustaciones
de nácar. Esto llamó su atención. Se acercó a ella y paseó sus dedos suavemente por su tapa y la abrió.
Lo que encontró en ella lo dejo maravillado. Dentro había un kimono de seda roja.
El tejido era suave al tacto y de una calidad superior. Además, estaba adornado con una serie de bordados de una exquisitez absoluta. Dándose cuenta de que había encontrado un tesoro de gran valor, lo devolvió a la caja con gran cuidado.
Li Yung y su madre vieron con horror como King Yu salía de la habitación con la caja de cedro bajo el brazo y que, con una mirada de desprecio y superioridad, se marchaba, llevando con él el kimono.
Ambas miraron al suelo y cayeron de rodillas llorando mientras el bandido montaba en su caballo y se marchaba con su preciada reliquia sobre su grupa.
Li Ying estaba desilusionada y triste. Su madre había caído en un estado de desesperación y tristeza enorme, tras la pérdida de aquel kimono. Pensaba que debía de haberlo cuidado y defendido con su vida, si hubiese sido necesario y aunque sabía que con ello solo hubiera conseguido su muerte, el dolor y el remordimiento la atenazaban cruelmente. Su hija ya no podría desposarse con aquel kimono y por ello no tendría la protección de sus antepasados que le permitiría tener un matrimonio próspero y feliz.
Li Ying no podía ver a su madre tan abatida. se dirigió hacia el hogar de sus antepasados y se arrodilló suplicante frente a ellos. Pidió perdón por no haber protegido aquel kimono que se había convertido en una reliquia familiar y haber permitido que fuera profanado por las manos de aquel bárbaro sin haber hecho nada por evitarlo. Lloró amargamente ante ellos, demostrando así que su arrepentimiento era sincero.
Aquella noche Li Ying tuvo un sueño muy agitado. Soñó que la puerta de su dormitorio se abría y que, a través de ella cruzaba una mujer. Su aspecto era borroso y sus ropas eran antiguas aunque bien conservadas. Parecía que, mas que andar flotase sobre el suelo. En sus manos llevaba algo brillante que depositó sobre el suelo junto a su estera y desapareció a través de la puerta de la misma forma que había llegado. A la mañana siguiente Li Ying despertó recordando el extraño sueño que había tenido aquella noche. Al levantarse vio algo que la dejó totalmente sorprendida y sin aliento, pues pudo ver que junto a su cama se encontraba el kimono rojo.
Mari Carmen Fernández González 29 - 7 - 2020