La naturaleza se adormece y el paisaje cambia. LLega el otoño.
Los árboles visten de gala, algunos, doradas y ocres mientras otros se desprenden de todo adorno, dejando al descubierto su alma nudosa y ruda.
La tierra desprende un aroma fresco y húmedo de vida, mientras se cubre de una musical alfombra rojiza, que oculta el verde de antaño.
El rio, pequeño y callado, se vuelve ruidoso y feroz con las primeras lluvias, corriendo por su cauce como un niño travieso que juega libre.
El otoño cae sereno. Todo parece sumergirse en un delicado sueño del que despertará de la mano de la primavera.
Mari Carmen Fernández González 16 - 11 - 2014
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