Bajo los soportales de la plaza del pueblo, se sienta un hombre anciano.
Su aspecto cansado y sus ropas raídas le delatan. Saca de su zurrón un fajo de papeles y algo que parece un pequeño lápiz y comienza a escribir.
Los niños que juegan en la plaza, al verle, dejan sus juegos, corren hacia donde esta el anciano y se sientan todos en el suelo arededor de él.
No necesitan decir nada, pues el ancino ya sabe lo que quieren. Desean escuchar sus historias, historias que les hacen viajar a mundos lejanos, luchar contra dragones y rescatar doncellas. Historias de príncipes encantados y hermosas princesas, caballeros y magos o hadas y elfos.
El anciano les mira con sus ojos llenos de vivencias, deja sus escritos y empieza su relato.
Mari Carmen Fernández 27-3-2014
Esta narración te abre la curiosidad sobre un contador de fantasías...
ResponderEliminarAunque breve tiene la capacidad de atrapar mi curiosidad.