No fue una noche como las demás. llevaba casi dos meses viviendo en aquella casa y, aunque los vecinos me avisaron de que en ella ocurrían cosas extrañas, yo no les hacía caso, pues no estaba dispuesta a renunciar a mi herencia a causa de las supersticiones de los vecinos y, de hecho , desde que vivía allí, no había ocurrido nada extraño ni que demostrase que la casa estuviese "encantada" como alguno de ellos me había dejado entrever, pero aquella noche fue diferente.
Como todos los días, llegué a casa tras una jornada de trabajo que había sido especialmente dura. Cansada, decidí acostarme temprano. Así lo hice y enseguida caí en un sueño profundo que yo pensaba seria reparador, pero no fue así.
A media noche, algo me despertó y me senté en la cama sobresaltada. Entre sueños, había oído un ruido extraño y tan fuerte que había conseguido despertarme y que no pude identificar. No era un ruido propio de una casa como aquella, vieja y algo apartada, sino otra cosa, era un ruido fuerte, salvaje como de alguien o algo que quisiera salir de un lugar oculto y que no pudiera hacerlo. Deseché la idea y me dispuse a dormir de nuevo.
Abrí los ojos y sentí que no estaba sola. Me senté en la cama y miré hacia el sillón que había bajo mi ventana. allí, iluminado por la escasa luz que entraba a través de la ventana, pude ver la silueta de alguien a quien no podía distinguir con claridad.
Parpadeé para aclarar mi visión pero fue inútil, la imagen seguía estando tan difusa como antes. No podía distinguir quien estaba junto a mi ventana, ni siquiera si era hombre o mujer, pero algo me decía que aquello no era un ser real o, al menos, ya no, que ahora solo era una sombra de lo que fue. entonces aquella sombra pareció moverse y dirigió su mirada hacia mi. Un sudor frió corrió por mi espalda y me quedé paralizada por el temor; aquella figura me miraba, me miraba con unos ojos brillantes y fieros de una mirada tan intensa que parecía traspasarme y mirar dentro de mi, descubrir todos mis secretos más ocultos y de una nitidez que contrastaba con la imagen difusa que reflejaba el resto de su cuerpo. Grité asustada y me refugié bajo las sábanas.
A la mañana siguiente desperté exhausta. Recordé la pesadilla que había tenido la noche anterior y no le di más importancia.
Me deslicé fuera de la cama, me vestí, desayuné algo ligero y me dirigí al trabajo. Pasó la mañana sin volver a recordar aquella extraña pesadilla.
Sonó el teléfono. era Sara que me proponía que almorzáramos juntas y, como siempre, comenzó a contarme algunos cotilleo y otras cosas sin importancia. Yo la escuchaba como siempre, sin poner mucha atención mientras que, distraída, hacía garabatos sobre un papel. Cuando terminamos la conversación y colgué el teléfono, volví a mi tarea y fijé la vista sobre mi escritorio, entonces la sangre se me heló. Allí, en el papel que había garabateado mientras hablaba, había dibujado aquellos ojos extraños, que me miraban desde el sillón de mi cuarto la noche anterior.
Mari Carmen Fernández González 19 - 8 - 2020