martes, 8 de marzo de 2016

El desengaño

Entre los rosales que crecían en aquel rincón del jardín, una flor silvestre nació y crecía junto a ellas. .Al mismo tiempo que los rosales florecían y de ellos nacían hermosas rosas, la flor iba creciendo y su capullo se abría y nacía a la luz.
Miró a su alrededor y vio aquellos maravillosos rosales, cuajados de hermosos capullos de rosa de delicados colores y pétalos aterciopelados y se identificó con ellos. Sabía que era una más de aquellas hermosas flores que todos los días, un jardinero cuidaba con esmero.
Los días iban pasando y aquellos capullos iban abriéndose, convirtiéndose en hermosas flores que mostraban su exuberancia y belleza. La pequeña flor también crecía entre ellas y se mantenía fuerte, segura entre toda aquella explosión de delicadeza y belleza.
Un día, el jardinero no apareció  para cuidarlas, en su lugar una joven con delicadeza, fue cortando los tallos de las flores más bellas. Día tras día, esa joven aparecía y recolectaba las rosas que iban floreciendo pero nunca se fijaba en aquella flor. Esta no comprendía como la joven no se fijaba en ella y día tras día esperaba que la joven la acariciara con sus manos y admirara su belleza pero eso nunca ocurría.

Los días fueron pasando y la primavera y el verano pasaron. Las flores fueron desapareciendo, dejando sola a la florecilla que no comprendía cómo podía haber quedado abandonada en aquel rincón sin que la joven hubiese reparado en ella. Se imaginaba la flor más hermosa de la rosaleda y no entendía cómo aún seguía allí.
Llegó el otoño y con ellas las primeras lluvias. La pequeña flor seguía allí, convencida aún de su belleza, aunque nunca había podido conocer su aspecto. Tras la lluvia, un gota de agua quedó prendida en una de las hojas del rosal que, iluminada por un rayo de sol, devolvió el reflejo de la flor como si fuera un espejo. Cuando la flor pudo ver su aspecto ,la cruda realidad se hizo patente. Era una flor silvestre, de aspecto tan humilde y sencillo,que palidecía frente a la belleza y esplendor de las rosas que crecían en el rosal.
Al conocer la verdad, comprendió por que siempre fue despreciada por la joven. La cruda realidad se hizo patente y la humilde flor fue consciente de la verdad. desilusionada se dio cuenta de cual era su destino. Pasaría desapercibida y eclipsada por la belleza de sus compañeras hasta su final.
Poco a poco fue pasando el otoño y con él, la florecilla fue perdiendo frescura y poco apoco fue marchitándose y muriendo sin esperanza, sobre la hierba mientras que la nieve del invierno la cubría con su blanco manto.


Mari Carmen Fernández González   8- 3 - 2016